Pablo Llorca ha rodado su película sin subvenciones, con su propia productora, La Cicatriz, sin saber si llegará a exhibirse en salas comerciales y televisiones, dispuesto a girar con ella por festivales de todo el mundo como ha hecho con sus anteriores obras.
De esta cinta dice que le interesa poner sobre el tapete la cuestión de cómo el tiempo evoluciona y las dudas que le surgen, respecto a cómo alguien con una idea tiene que mantenerse fiel a ella aunque a veces no haya realidad a la que aplicarla. Así se pregunta: ¿Evolucionamos con la realidad hasta que llegamos a perder nuestras señas de identidad o seguimos aferrados a nuestra idea aunque no haya realidad a la que agarrarse? Un dilema que para él cristaliza en el Partido Comunista de España en 1977 y que es uno de los epílogos de El mundo que fue y el que es.
OTERO ROKO: ¿La gente que habéis hecho la película vivisteis esa época, al menos la etapa final de la dictadura?
PABLO LLORCA: Yo viví la época de la transición muy pequeño, pero estudiaba en un colegio, el Colegio Estilo que dirigía Josefina Aldecoa, en el que sí había mucha gente del PCE, profesores también. Allí con 11 o 12 años ya tenías conciencia política. Luego estudié en el Instituto Santa Marta, un sitio en el que había muchos jaleos políticos, y todo aquello se mascaba. En la película hay mucha gente que militó en la izquierda, yo diría que casi todos, incluso hay uno que atracaba bancos, pero no porque yo los buscara sino porque es la gente que se acerca a una historia como esta.
En la película seguimos la trayectoria de un militante del PCE que realiza una acción armada y pasa muchos años de cárcel durante la dictadura. Tras la muerte de Franco, el partido comunista, en el IX Congreso en 1977, abandona el leninismo, algo lo que el protagonista de la cinta, Álvaro Bolivar (interpretado por Pedro Casablanc), se opone.
O.R.: ¿La clave que da el título está ahí, El mundo que fue y el que es? ¿O está en otras cosas que no se tocan en la película, como la firma de los pactos de la Moncloa o el eurocomunismo de Carrillo?
P. LL.:En el fondo todo forma parte de lo mismo, que era integrarse en la vida política del país, abandonar la tradición del comunismo, presentarse como una opción parlamentaria, relativamente moderada, o por lo menos desde los conceptos de los que ellos venían, o no hacerlo; ése era el debate. Lo que pasa es que ese debate en España no se hace y si se hace no fructifica en algo importante. Hay gente que ve la deriva de Carrillo como una desviación burguesa, por decirlo así, pero no surge nada parecido a lo que sucede en Italia años después con Refundación Comunista.
O.R.: ¿En qué se parecía una organización que quería cambiar la sociedad al enemigo a quien negaba ese cambio, por ejemplo a la iglesia?
P. LL.: En que las dos tienen un dogma, que en el caso del comunismo es llegar a un principio inmutable de una sociedad perfecta y en el caso de la iglesia es algo que no te permite ponerte un preservativo. ¿Pero en qué sociedad moderna vas a negar el uso del preservativo? Eso te aleja de todo el mundo. Es decir, hay una serie de realidades que niegan el dogma y si transgredes el dogma te estás negando a ti mismo y si abrazas el dogma te quedas aislado.
O.R.: Si nombramos la palabra dogma ¿lo hacemos asumiendo la carga negativa que hoy en día tiene? Porque una de las cosas que enseña tu película es que los dogmas, ciertos dogmas, ayudan a cambiar el mundo.
P. LL.: Tienen un polo positivo y un polo negativo. La historia del comunismo es una historia de claroscuros, es una historia de luces muy intensas. Ahí esta todo el sacrificio que en el caso de España es una lucha no sólo por el comunismo sino una lucha contra el Franquismo, pero también es una historia con partes oscuras, de peleas, de vicios militantes, algunos nacidos de la clandestinidad, de dogmas... Y que una época muy dura crea gente muy dura, a veces muy brutos, para lo bueno y para lo malo. El filme refleja la grandeza sobre todo de los militantes del PCE en los años del franquismo, pero también algunas de las miserias. En el lado luminoso existen muchos ejemplos, pero sobre todo está el de la generosidad de mucha gente que murió por las ideas comunistas y por luchar contra la dictadura. Pero también era una España muy terrible, en la que hacía falta eso, ser bruto, hacía falta la lucha armada, y en una organización clandestina había ajustes de cuentas también, justos a veces y a veces no, y había mucha cerrazón, que era también la de la época, con el machismo, con los homosexuales... Por eso espero que se capte esa visión de claroscuro.
O.R.: Una película como esta, se podría decir que militante, es una experiencia necesaria, por ejemplo para los chavales de nuestros días con los que se cierra la historia, para que puedan reconocer en ella lo que fue la actividad, en muchos casos, de sus padres. ¿Crees que les enseña quienes son el enemigo? ¿El enemigo son otras clases, otros partidos, los carceleros o qué? Más aún si todo aquello no terminó con una victoria...
P. LL.: Yo no afirmaría que se trata de una película militante, afirma pocas cosas, plantea dudas sobre otras. Lo que me preguntas me lleva a otra cosa que guarda relación con lo de antes y con lo de ahora. Es decir que sirve para los chavales. La película desprende, creo, algo de melancólico. Hay algo que me ha dicho gente que la ha visto y que milita en organizaciones de izquierda, que es que el tiempo pasa y puede dejar un cierto poso triste. Y yo lo que les digo, es que es verdad que la cinta no termina con un triunfo de las ideas de izquierda, pero que por otro lado es que a mi lo que me gustaría pensar es que no fue en vano. Puede haber melancolía pero también se puede decir que como ahora vivimos (como provisionalmente vivimos porque todo evoluciona) es gracias a conquistas de una lucha social que ahora se van perdiendo. Y creo que los jóvenes deberían sacar la conclusión -y los de mediana edad y los mayores- de que las cosas no vienen dadas por gracia divina, sino que es conquista y es lucha, y el que piensa que es una conquista inmutable y que ha sido otorgada desde siempre, pues que no, que si no se lucha por algo se termina perdiéndolo.
O.R.: En ese sentido la izquierda de este país tiene una experiencia que se parece más a la de la mayoría de los países de Iberoamérica que a la de los países europeos. Parece que la izquierda no ha conseguido arrancar nada en democracia, ha tenido que ser en las pausas entre golpes de Estado, en medio de una guerra, contra una dictadura, como cuenta tu filme. Y cuando una supuesta izquierda llegó al poder se dedicó a desmantelar...
P. LL.: Sí, posiblemente, pero esa es la historia de Europa, tampoco creo que en otros países hayan conseguido avanzar socialmente, por lo menos en los últimos 20 años. Igual no han retrocedido tanto como España, pero en Alemania por ejemplo ha sucedido algo parecido. En general, desde un punto de vista social, país por país, se han comportado igual. El caso de Latinoamérica es distinto porque hay un factor en el que están en ello una izquierda moderada que no es izquierda y una izquierda de políticas activas como es el caso de Venezuela o Bolivia. Pero ahí ya entramos en lo que dice el protagonista de la película, que si de verdad se trata de hacer una política de izquierdas el capital no se va a quedar quieto. Y esa es la estrategia de siempre del capital.
O.R.: Al final los nietos de este militante que protagoniza tu film siguen una lucha
P. LL.: Sí, pero es una lucha con elementos básicamente antifascistas, antiglobalización, ecologistas, que un comunista ortodoxo ya no entiende o que le costaría entender ya que para ellos no eran elementos ideológicos pertinentes. El contexto histórico marca a los personajes, los define. Todo esto que aparece al final de la película quizás es semilla para películas futuras, que no he hecho, pero que me interesará hacerlas.