“Cuanto más importante y de mayor entidad sean los motivos de la guerra, cuanto más afectan a los intereses vitales de los pueblos, con mayor empeño se tratará de derribar al adversario, entonces tienden a confundirse objetivo guerrero y fin político y la guerra aparece menos política y más puramente guerrera”
Clausewitz, al que cada día acuden directivos de fondos de inversión privados, sus empleados en los departamentos de democracia y elecciones en las sucursales locales y la morralla del pensamiento filosófico, o sea, los escritores de manuales sobre cómo triunfar pisando a los semejantes, guarda frases como ésta que revelan el mecanismo interno de la ofensiva de la que hoy día es víctima el pueblo como entelequia, como idea, como ideal, y verdugo como cómplice, como cooperador necesario en la construcción de la legitimidad social de su destrucción como sujeto histórico. La excusa para decir esto no es el minado y dinamitado diario de la educación y salud públicas, tampoco ninguno de los signos involutivos de la desparcelación de los cinco poderes o el exterminio silencioso y blando de la tenue luz de los últimos 200 años, sino una noticia prosaica, casi banal para la mayoría silenciosa, oscura como las salas de cine donde también se forma la conciencia colectiva.
La noticia es que al capital también le empieza a sobrar su propia cultura subvencionada. Le sobra la que regala los oídos y le sobra la que le siega la hierba sin cortarle los pies. Al capital si le sobra gente es que le sobra todo, es como el desapego budista o los votos de monasterio, pero al revés. Le sobra gente civilizada, le sobran años en la esperanza de vida de los del montón, los casi todos, le sobran hasta las frases con las que vendérselo a la chusma, y si a alguien le falta algo, a ellos les sobran las balas. Como entiende Clausewitz, a propósito de la guerra, en la crisis económica, cuanto de mayor entidad son los motivos, cuanto más afectan a los intereses vitales de la gente, más se incidirá en que los motivos son económicos y menos en que son políticos.
El Festival de Cine Político de Ronda y el Festival “Punto de Vista” de Cine Documental y de No Ficción de Navarra, entre otros muchos, han sido puestos en el brete de su desmantelamiento en los últimos días. En el caso navarro era el único signo de modernidad en las instituciones desde los tiempos de la república. En el caso de la ciudad malagueña era un OVNI que nadie se atrevía a definir al pronunciar en voz alta una palabra que se inscribía como la carta robada del relato de Poe. La palabra ’política’, detrás de la palabra ’cine’, la palabra que todos temen si quieren comer de esto. Ronda, con sólo una edición, era un oasis de ilustración socialdemócrata, es posible, no seamos malos, homenajes a Saramago, a Ken Loach, podemos decir mejor ilustración para socialdemócratas o las primeras 20 clases del teórico gratis. Navarra era punto de encuentro de modernos estetas y punto de salida para unos pocos de la ética en el cine en el siglo XXI. A los dos festivales los han ido a liquidar con esa excusa que conocen bien los funcionarios de la cultura de que “no hay dinero”.
Y los dos festivales han arrancado el compromiso de una celebración bianual. Ronda porque tiene un convenio. Navarra porque ha sido apoyada por todo el mundo ligado al cine de creación en España, más de 5000 firmas en Actuable. El poder ha llegado a un punto en que cualquier manifestación cultural le resulta incómoda o le parece “innecesaria”, así que hay que preguntarse por dónde continuar. Veremos dentro de dos años cómo están las cosas a ese respecto, al fin y al cabo estamos en crisis y un espectador es sólo una persona que se sienta en una butaca a ver una película ¿o no?
José Ramón Otero Roko
Publicado en el Periódico Diagonal y en el portal Rebelión.org (Octubre de 2011).