La figura de Tony Conrad (New Hampshire, 1940), un matemático de Harvard y profesor del Antioch College de Ohio y del Centro de Media-Estudios de la Universidad de Buffalo, uno de los nombres más vitales de las vanguardias USA, concretamente uno de esos, como por ejemplo Jonas Mekas, que se han mantenido fieles a sus principios hasta entregar el testigo a los cineastas de las nuevas sensibilidades contemporáneas, es conocida en los círculos del arte y el cine experimental desde hace décadas. Artista sonoro, sus composiciones electroacústicas han podido escucharse en España en el programa de Radio Clásica “Vía límite”, trabajó en los 60 en perfomances e instalaciones junto a La Monte Young, Nam June Paik o Alvin Lucier y fue el iniciador del cine estructuralista con su film The Flicker (1965) una película que marcó el comienzo de un movimiento que englobaría a artistas tan conocidos como Michael Snow o Hollis Frampton.
Vista hoy The Flicker, en el entrañable DVD editado por el sello francés Re:Voir, es un hermoso trabajo conceptual de psicología de la percepción que se contempla con una prolongada sonrisa imbuyéndose a ratos del estado de concentración y de hipersensibilización que pretendía producir y a ratos pensando en qué dirían aquellos primeros hippies de los 60 que probaron esta “droga dura” del cine. Un cuadro en un blanco crudo, que parpadea incesantemente durante 30 minutos (una nota al principio de la película nos avisa seriamente que puede provocar ataques epilépticos) y que presenta intermitentes imperfecciones acompañadas de música de sintetizador compuesta por Conrad, muy en la línea del minimalismo microtonalista del propio La Monte Young o de John Cage. En un tiempo de cínicos su extrema concreción puede resultar una simple boutade. Pero simbólica y efectivamente significa, ante todo, coherencia. Coherencia que por mucho que insistan los cínicos no es imposible, Tony Conrad la ha practicado toda su vida, trabajando siempre en los límites del arte, y Re:Voir la edita en un catálogo cuya seña de identidad principal es eso que cuesta tanto, la coherencia.
Como la coherencia por sí sola nunca es suficiente, The Flicker se acompaña en el DVD de la maravillosa pieza de Marie Losier Dreaminimalist (2008), un mediometraje rodado con una Bolex en 16mm, que es una pura celebración de la larga vida de Tony Conrad, de su vitalidad y de su, seguro envidiada por los cínicos, alegría, inscrito en la serie de cuatro retratos que Losier ha dedicado a artistas del underground neoyorquino. Conrad se revela en Dreaminimalist como un comediante en la intimidad, como un ser que siente una gozosa plenitud, que sinceramente no solemos ver en los atormentados artistas europeos, quizás porque aquí al que arriesga y experimenta no se le suele premiar con una cátedra o con una plaza de investigador en un centro universitario, sino con una celda en la cárcel, un puesto fijo en los pasillos del metro o un billete de ida al exilio. Comprobar que hay gente que ha conseguido hacer lo que le gusta, durante toda la vida, que ha vivido bien, y que son felices, es el mejor regalo que podemos hacerle a los indecisos, a los tibios y a los pesimistas. Hay que hacer callar a los que creen que no hay diferencia entre lo difícil y lo imposible.
José Ramón Otero Roko
Publicado en la Revista de Cine Contrapicado (Agosto de 2012).