L’ Atalante, del director francés Jean Vigo, es una obra que ha recibido tantos elogios, ha sido tantas veces adorada por quienes aman el cine, que es preciso hoy, no solo verla, sino revivirla dos veces. Vapuleada por los distribuidores, que acortaron su metraje e incluso pretendieron sustituir la maravillosa música original de Maurice Jaubert, se edita ahora en DVD y Bluray por el sello A Contracorriente, en una versión restaurada por Gaumont que intenta reflejar el que hubiera sido el montaje original de Vigo, ya que murió de tuberculosis a los 29 años sin lograr concluirlo.
Vigo, anarquista, hijo de anarquista, rodó la historia de una barcaza que remonta el río hasta llegar a París, habitada por tres marinos y una mujer enamorada, quizás más del viaje que del patrón de ese barco. La barcaza vuelve sin ella, porque en esa mujer radica el descubrimiento y en el capitán los celos, en la una el derecho y en el otro la censura.
En L ‘Atalante, que también da nombre a la nave, se concentra, para discutirlo, cierto orden de las relaciones entre iguales que actúa como una cortapisa a la lógica y a la naturaleza. El patrón ama estrechamente, porque lo hace si la amada consiente en que su vida pertenezca al barco. Ella ama generosamente, ya que le quiere si los trayectos son capaces de convertirse en una aventura. Dita Parlo, la protagonista, encarna a Juliette, una de las primeras feministas del cine, y ese acto que hoy nos parece de valentía (abandonar a su marido recién casados, emprender una nueva vida sin él) era posiblemente mucho más poderoso en la Francia de 1934 que en la de 2014, pues aún no se mostraban heroínas que reconocieran el mundo, sólo a mujeres que acataban a los hombres.
Sin embargo la magia de la película no reside en la historia, ni siquiera, vista en nuestro tiempo, en el interés de su mensaje social, que aunque necesario podría parecer hoy no demasiado ambicioso. El hechizo está en ese desorden y esa armonía de las buenas intenciones que recorre el metraje, en vindicar el libre albedrío, más como un instinto que como una causalidad. Una esencia que transciende la ideología para describir el anhelo humano. Donde mejor está resumido es en un personaje, Jules, un marinero al que le da vida Michel Simon (otro libertario que se definía como “hombre práctico y anarquista”) y al que Vigo nombró protagonista de la película en los títulos de crédito a la altura de Dita Parlo. En ellos está la justificación de la obra, en quienes pagan el precio de la soledad a cambio de mirar el mundo a través de sus propios ojos. Y es por eso que el reencuentro final se da entre esos dos personajes, Juliette y Jules, que pueden entenderse tan profundamente porque se saben pobladores de una lógica parecida.
El film tiene otra enseñanza para quienes comparten la lucha por la plenitud de la libertad. Vigo, para su único largometraje, pues no rodó más que éste aparte de obras de pequeño y mediano formato, no quiso hacer un relato exclusivamente político y pensado sólo para las personas más conscientes. Hizo L’ Atalante para llegar a quienes amaba, a la gente, al pueblo al que pertenecía, para que antepusieran el amor a las costumbres y la comprensión a las normas. Para que fuésemos no sólo pasajeros, sino también navegantes, de las razones que mantienen los buques a flote.
Por José Ramón Otero Roko
Publicado en el periódico Diagonal nº 225 (Junio 2014)